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El sector inmobiliario comercial apuesta por el bienestar y las personas

El pasado mes de octubre se presentó un nuevo informe del British Council for Offices (BCO) titulado Wellness Matters: Health and Wellbeing in offices and what to do about it. Este estudio es uno de los indicios más recientes de que la atención de los diseñadores, propietarios, gestores y ocupantes ya no se centra únicamente en las características medioambientales y de rendimiento del edificio, sino también en su impacto en el bienestar mental y físico de las personas que lo habitan.

Según la Encuesta de Ocupadores EMEA de 2019 realizada por CBRE, más de un tercio de las empresas consideran que la escasez de mano de obra y de cualificaciones es un reto estratégico clave. En la encuesta del año pasado, la reducción de costes fue el motor más importante de la estrategia inmobiliaria corporativa y la fidelización de los empleados fue el cuarto. Este año, sin embargo, la reducción de costes ha caído al cuarto lugar, la fidelización de los empleados ocupa el segundo y la atracción y el desarrollo del talento el tercero. En otras palabras, el cuidado de las personas y su bienestar se está convirtiendo en el objetivo primordial de las decisiones inmobiliarias de los ocupantes.

Una refrescante orientación hacia las personas

El enfoque en este tema es novedoso, pero lleva un tiempo acechando. Durante varios años, el Green Building Council ha estado vinculando las credenciales ecológicas de un edificio con la búsqueda del bienestar. El año pasado, el BRE y el International WELL Building Institute (IWBI) publicaron un nuevo documento que describía el modo en que los proyectos podían alcanzar tanto la calificación BREEAM como la certificación WELL.

El documento actualizado, Assessing Health and Wellbeing in Buildings – Alignment between BREEAM and the WELL Building Standard, se desarrolló como «parte de un compromiso de mejora continua de IWBI y BRE» por medio del feedback de los profesionales de la industria que trabajan para lograr la certificación conjunta. Las dos cuestiones van ahora de la mano.

El bienestar es también un factor que ocupa el pensamiento empresarial dominante. También el año pasado, RSA publicó su informe Measuring Good Work, que destaca que lo que hacemos para ganarnos la vida y cómo lo hacemos tiene un gran impacto en nuestro bienestar y calidad de vida. De manera similar, CBI y BUPA publicaron una nueva guía, Front of Mind: Prioritising workplace health & wellbeing, basada en un estudio de 347 empresas que emplean a casi 1,7 millones de personas, para comprender qué medidas toman estas para mejorar la salud y el bienestar en el espacio de trabajo.

El estudio de BCO aplica este pensamiento con gran efecto en sus directrices para propietarios y ocupantes de edificios. Ofrece una guía práctica y profesional para crear un entorno saludable en las diferentes etapas del ciclo de vida de un edificio, desde el diseño, la construcción y el alquiler hasta el aspecto más importante por tiempo y valor: la ocupación y la gestión de activos.

También ofrece orientación a los gobiernos (el «lobbying» siempre acecha) argumentando que los beneficios de la mejora del bienestar en las oficinas (y los costos de no actuar) fluyen no solo hacia las personas y organizaciones, sino también hacia las comunidades y el país en conjunto. Estos efectos pueden cuantificarse, por ejemplo, mediante la reducción de los costes de la asistencia sanitaria y social y el aumento de la productividad.

El mensaje es claro. Diseñar para el bienestar no solo es bueno para el individuo y su empleador, sino para la economía y la sociedad en su conjunto.

Enfoque en el bienestar

Dada la cantidad de tiempo que pasamos en los edificios, tal vez sea inevitable que esta cuestión ocupe ahora gran parte de nuestra energía y atención. Este hecho era la hipótesis subyacente a una exposición comisariada por la Wellcome Collection de Londres, Living with Buildings, que acaba de finalizar. La exposición se propuso preguntar qué efecto tienen los edificios en nuestra salud física y mental, basándose en el trabajo de artistas y fotógrafos como Andreas Gursky y Rachel Whiteread para explorar cómo nos relacionamos con nuestro entorno.

Exploraba la historia del pensamiento sobre el tema, ofreciendo ejemplos del mundo antiguo para resaltar cómo esta cuestión ha sido una preocupación a lo largo de la historia de la humanidad. Lo que es interesante desde la perspectiva del siglo XXI es cómo el foco de este debate ha pasado de la higiene al bienestar de una manera que refleja el cambio en las prácticas de salud y seguridad, de la prevención del daño a la creación de resultados positivos.

La exposición también destaca el desdibujamiento de los planteamientos del diseño, de tal manera que los espacios de trabajo, los hogares, los hoteles, las escuelas y los espacios públicos empiecen a parecerse cada vez más. Aunque esto es en gran parte resultado de la caída de las demarcaciones entre esos espacios en nuestras vidas, también es una admisión de que estamos reimaginando el espacio de trabajo para hacerlo más humano y menos institucionalizado.

Esta es ahora la característica que define el diseño del espacio de trabajo del siglo XXI: cómo crear un lugar en el que las personas puedan reunirse para colaborar e identificarse entre sí, sabiendo también que el edificio en sí está diseñado y gestionado de forma que se preocupa por su bienestar físico y mental.

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