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Un vistazo a los pioneros de la flexibilidad y el bienestar en el trabajo

Muchos de los retos a los que nos enfrentamos hoy en el mundo de la oficina a la hora de elegir los modelos de diseño adecuados se hicieron evidentes por primera vez en los años sesenta, al tiempo que el mundo se adaptaba a los primeros signos de la revolución tecnológica. Al mismo tiempo, la gente de toda Europa presionaba para que se produjeran cambios en la forma en que funcionaban las organizaciones y la economía. El advenimiento de los derechos formales de los trabajadores en países como Alemania y los Países Bajos, junto con una mayor conciencia de cuestiones como la ergonomía, el confort acústico, la colaboración en el trabajo y la importancia de la luz natural y el espacio personal, dieron paso a una nueva forma de pensar sobre el diseño de las oficinas. La frase holandesa para todo esto, het nieuwe werken, se puede traducir como una nueva forma de trabajar; de hecho, Países Bajos ha sido uno de los pioneros en este ámbito durante medio siglo, estableciendo los principios básicos del trabajo ágil, edificios inteligentes, diseño sostenible y bienestar que definen la forma en que valoramos hoy el espacio de trabajo.

Uno de los ejemplos más llamativos de una nueva generación de puestos de trabajo surgió en la ciudad de Apeldoorn en 1968.  La empresa de servicios financieros Centraal Beheer encargó al arquitecto holandés Herman Hertzberger la creación de una nueva sede para su personal que fuera «un lugar donde 1.000 personas puedan sentirse como en casa. Los empleados deben tener la sensación de formar parte de una comunidad sin perderse entre la multitud».

La solución fue crear un nuevo tipo de oficina que animara a la gente a moverse por el edificio para reunirse y encontrar en cada momento el mejor espacio para sus necesidades. Ahora lo llamaríamos trabajo ágil o en función de la actividad, pero hace cincuenta años era solo una idea que tenía sentido y no necesitaba un nombre específico.

El edificio se dividió en 56 cubículos modulares de nueve metros que servían como espacios de trabajo para un máximo de diez personas. Estos estaban unidos por una serie de caminos y atrios comunes, así como por una calle central. El edificio se iluminó con farolas y la mayor cantidad de luz natural posible. Los equipos se limitaron a diez porque se determinó que este es el tamaño óptimo para la toma de decisiones. Cada módulo fue diseñado con una acústica óptima y se alentó a las personas a personalizar su espacio.

Los principios son sorprendentemente modernos, especialmente para un período en el que la gente no tenía acceso a la tecnología móvil ni conocía la forma en que el diseño de oficinas puede afectar al bienestar de las personas.

El edificio más inteligente del mundo

Cinco décadas más tarde, otro edificio en Países Bajos ha señalado el camino a seguir para una nueva generación de edificios que se centran en la productividad, el medioambiente y el bienestar de las personas que trabajan en ellos.

The Edge, en Ámsterdam, diseñado por PLP Architects, fue descrito como el espacio de oficinas más inteligente jamás construido cuando se inauguró en 2015. Es posible que aún conserve ese título, si bien ha traído consigo una nueva generación de edificios, tanto de las personas que están detrás de The Edge como de otras que han emulado este proyecto.

El edificio está conectado con el individuo a través de una aplicación de smartphone que conoce el horario de cada persona y, por tanto, sus necesidades: plazas de aparcamiento, estaciones de trabajo y salas de reuniones. Estos espacios se pueden personalizar en cuanto a su mobiliario y distribución, pero también según las preferencias individuales en cuanto a luz, temperatura y ventilación. The Edge también sigue los principios de trabajo ágil, dando la opción a los empleados para que encuentren el espacio adecuado para sus necesidades.

The Edge también era entonces el edificio más ecológico del mundo, según el sistema de calificación ambiental BREEAM, que le otorgó la puntuación de sostenibilidad más alta jamás otorgada: 98,4 por ciento. Los paneles solares generan más electricidad de la que consume el edificio, y este presenta además una serie de características medioambientales que lo distinguen como un ejemplo de diseño ecológico.

La firma detrás de The Edge en Ámsterdam ha aplicado estos principios a una creciente cartera de nuevos edificios en todo el mundo, con los últimos desarrollos en tecnología de construcción, sostenibilidad, experiencia del usuario y bienestar. Esto es especialmente importante porque los edificios son la principal fuente de emisiones de carbono del mundo, ya que aportan alrededor del 40 por ciento del total cada año.

Lo que es especialmente impactante es cómo este pensamiento ha ido universalizándose en los conceptos de diseño de oficinas, sobre todo en vista de cómo los sistemas inteligentes integrados pueden mejorar la experiencia de cada usuario a la vez que recopilan datos sobre el rendimiento del edificio, tanto en términos de cómo sirve a las personas y a su bienestar como de su rendimiento medioambiental.

Estas son preocupaciones muy actuales y globales, pero tienen sus raíces en el siglo pasado. Encontrar soluciones es responsabilidad de todos, pero los Países Bajos tienen una larga y orgullosa tradición de innovación en las nuevas formas de trabajar.

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