TO SEDUS WEBSITE

Presiona ENTER para ver los resultados o ESC para cancelar.

Una visión clara del valor medioambiental del mobiliario de oficina

El término «greenwashing» o «ecoblanqueamiento» se conoce desde hace bastante tiempo. El primer uso registrado del término se remonta a 1992, durante la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro, y se incluye por primera vez en el Diccionario Oxford en 1999, donde ahora se define como «desinformación difundida por una organización para presentar una imagen pública medioambientalmente responsable». El hecho de que se definiera a principios de siglo es muy conveniente, dada nuestra preocupación en el siglo XXI por todo lo relacionado con el medio ambiente, mezclado con nuestro escepticismo. Es un concepto muy de nuestro tiempo, una paradójica contracción de idealismo y cinismo.

De hecho, su uso ha aumentado exponencialmente en los últimos años. Y aunque siempre resulta saludable observar un cierto grado de escepticismo respecto a lo que cuentan los profesionales del marketing, es posible que estemos cerca del punto en el que todas y cada una de las afirmaciones medioambientales se etiquetan automáticamente como «ecoblanqueamiento», ya sea merecido o no. Es una verdadera lástima porque resulta evidente que, a medida que el debate sobre el medio ambiente se ha ido haciendo más sofisticado, la respuesta de los fabricantes y proveedores se ha desarrollado en paralelo. El cinismo no ayuda en nada a quienes hacen esfuerzos reales por reducir significativamente su impacto medioambiental.

Sería algo increíblemente injusto e imprudente, visto el trabajo que se está haciendo para desarrollar nuevos productos y servicios. Sin embargo, hay buenas razones para creer que la cosa no irá a peor, ya que tanto las empresas como los clientes quieren lo mismo. La guerra contra el cinismo puede ganarse en parte si los fabricantes demuestran la pertinencia y validez de sus afirmaciones.

Superar el cinismo

Este cinismo puede ser habitual tanto en los mercados de consumo como en los comerciales, pero estos últimos tienen algunas complejidades propias que pueden añadir capas de confusión y escepticismo. Para empezar, resulta muy complicado hacer un seguimiento del volumen de investigaciones, iniciativas, actualizaciones regulatorias, anuncios y nueva legislación que surge a diario, lo que a su vez genera reacciones contrapuestas: que todo va demasiado lejos, que se queda corto o que es bien intencionado pero que no tiene sentido y un largo etcétera.

Algunos proveedores también se ponen a sí mismos la zancadilla haciendo afirmaciones que son esencialmente banales, ya que en gran medida son indistinguibles de las de los demás. Cualquiera que haya trabajado alguna vez en la elaboración de un informe será consciente de este problema de «ruido verde», un zumbido de fondo tan universal que desaparece por completo. Cuando todos los fabricantes «venden» lo mismo respecto a sus políticas ambientales, acreditaciones y uso de materiales, esas credenciales se vuelven irrelevantes en la decisión de compra. Por lo tanto, una acreditación se convierte en una forma de eliminar a las empresas con un desempeño deficiente, en lugar de un criterio de selección positivo.

También vale la pena mirar más allá de los titulares sobre los productos en el proceso de selección. Por ejemplo, el diseño de una silla es una cosa, la gestión de la misma durante su ciclo de vida es otra. Un texto informativo bien desarrollado permitirá que este nivel adicional de complejidad permita a los proveedores explicar aspectos más sofisticados de sus productos, de la cadena de distribución y de los sistemas de gestión.

Avanzar en el debate

Lo que es evidente es que todo el complejo y polifacético debate sobre lo que se puede hacer para detener o al menos minimizar nuestro impacto sobre el medio ambiente tiene que alejarse del cinismo encapsulado en nuestro uso generalizado del término «ecoblanqueamiento». Todos tenemos un papel que desempeñar en esto. Los legisladores deben impedir que las empresas hagan afirmaciones engañosas o mal informadas sobre sus productos y servicios. Las propias empresas deben aclarar su lenguaje, innovar, hablar con voz propia y respaldar sus propias afirmaciones. Y todos debemos ser menos cínicos e informarnos mejor sobre qué buscar.

También debemos mantener la perspectiva de lo que los fabricantes hacen para abordar las cuestiones medioambientales más importantes a las que nos enfrentamos. Esto significa mantener bajo control nuestro escepticismo habitual. Muy pocos proveedores se proponen engañar deliberadamente a sus clientes: la gran mayoría ha tomado medidas significativas y reales para hacer frente a su impacto medioambiental. Muchos gastan gran parte de su presupuesto de I+D en el desarrollo de nuevos materiales, procesos y sistemas que ofrecen respuestas radicalmente nuevas a las cuestiones ecológicas. Lo hacen por sus propias razones éticas y porque entienden que necesitan productos sofisticados para responder a las demandas de sus clientes. A fin de cuentas, estamos juntos en esto y a todos nos afecta.

Si desea saber más, aquí encontrará un ejemplo de buenas prácticas.

Click to rate this post!
[Total: 0 Average: 0]