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El asombroso enigma del ruido en la oficina

Si se pregunta a los oficinistas qué es lo que más les molesta y distrae en su espacio de trabajo, lo más probable es que una gran mayoría conteste, con bastante diferencia, que el ruido, seguido de cerca por la privacidad visual (o su ausencia, más bien). El problema se ha intensificado en los últimos años con la proliferación de los dispositivos móviles y a medida que el espacio asignado a cada persona ha ido disminuyendo. Según la mayoría de las estimaciones, incluida la guía de especificaciones del Consejo Británico para la Oficina (BCO), la asignación de espacio por persona se ha reducido en más de una quinta parte en diez años, en parte debido al uso de dichos dispositivos en lugar de los voluminosos ordenadores de sobremesa, pero también debido al aumento de los espacios compartidos.

Un estudio reciente de Oxford Economics halló que más de la mitad de los empleados afirman que la mala acústica de sus oficinas reduce su productividad. Como resultado, muchos se sienten obligados a resolver el problema por sí mismos, bloqueando las distracciones mediante visitas a las zonas de descanso, dando paseos al aire libre o escuchando música con auriculares. Esta última solución también funciona como una clara señal de «no molestar», sobre todo cuando se opta por un par de cascos en lugar de por unos auriculares discretos.

Por el contrario, las personas que trabajan sin ser molestadas son hasta un 56 por ciento más productivas según un estudio de John Olson, de BOSTI Associates, entre 13.000 empleados de los EE. UU. El estudio reveló que el factor más importante para determinar la productividad era la capacidad de llevar a cabo una tarea sin distracciones.

La respuesta más común a todo esto es culpar a los teléfonos móviles, a la proliferación casi universal de los diseños diáfanos de oficina y a la constricción del espacio personal en las oficinas modernas. Esta es una idea intuitiva y en muchos sentidos bien fundada, pero lo que ahora sabemos es que el volumen no es el único factor en la forma en que respondemos al sonido. El problema está en nuestras mentes y en nuestros oídos.

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Un metaanálisis de 2015 de más de un centenar de trabajos de investigación, realizado por el psicólogo ambiental Dr. Nigel Oseland, reveló que solo podría atribuirse el 25 por ciento del efecto del ruido en la oficina a su volumen. Más de la mitad del efecto se debe a factores psicológicos como el contexto y la actitud, el control y la previsibilidad percibidos y el tipo de personalidad. «El ruido es un fenómeno psicofísico», indicaba, «y, mientras sigamos centrándonos en la métrica física y prescindamos del componente psicológico, nunca resolveremos el principal problema del ruido, a menudo ignorado, en el espacio de trabajo».

El efecto de la fiesta de cóctel

Esta no es una idea nueva. Se trata simplemente de una noción que se tiende a ignorar. Las investigaciones en psicología cognitiva de Donald Broadbent, fallecido hace veinte años, predicen los efectos del ruido no deseado en las oficinas. Este revelador programa de la BBC explora algunas de sus ideas, especialmente el «Efecto de la fiesta de cóctel», ahora conocido con el término bastante menos romántico de psicoacústica. Esta teoría encapsula la noción de que la fuente y la previsibilidad de un sonido y nuestro control sobre él son tan importantes en la forma en que respondemos a él, como su volumen.

Un estudio publicado en el British Journal of Psychology abundaba en la misma idea y destacaba el papel que desempeña el «ruido irrelevante» no solo en la interrupción del trabajo, sino también en el aumento de los niveles de estrés y la disminución de la satisfacción laboral.

De manera similar, los investigadores escandinavos Anders Kjellberg y Bertil Nordstrom hallaron que el ruido repentino es mucho más molesto que el ruido de fondo constante, lo que explica por qué las interrupciones pueden ser más problemáticas en una oficina relativamente tranquila que en un espacio más ruidoso. También descubrieron que el ruido de los equipos de oficina solo le resulta molesto a las personas que no los usan.

Lo que estos estudios confirman es que al centrarse únicamente en el tema del volumen, podemos estar ignorando facetas más interesantes y complejas del diseño acústico y de la privacidad en el espacio de trabajo. De hecho, «silenciar» las oficinas también es contraproducente, especialmente si estamos buscando crear un lugar de trabajo que fomente una cultura de la improvisación. Debido a que el sonido tiene características tanto físicas como psicológicas, las soluciones para el problema del ruido y las distracciones deben ser sofisticadas y adaptables y reflejar la cultura del espacio de trabajo y los caracteres de las personas que trabajan en él.

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