Las raíces psicológicas de la productividad y el bienestar
Uno de los experimentos más famosos y esclarecedores sobre la productividad y el bienestar en el espacio de trabajo tiene casi cien años. Sin embargo, sigue influyendo en nuestro pensamiento porque revela una verdad universal sobre el ser humano. A saber, que nos vemos influidos por el tipo de atención que recibimos de los demás, así como por sus acciones y nuestro entorno. Su narrativa también afecta a otras verdades, incluyendo nuestra necesidad de mantener la mente abierta para experimentar momentos de eureka y la alegría de la serendipia.
La investigación llevada a cabo en las fábricas de Hawthorne en Chicago desde 1924 se proponía estudiar el vínculo entre los niveles de luz, el bienestar y la productividad en la fábrica. Lo que los investigadores hallaron fue, en efecto, un aumento de la productividad y el bienestar que parecía apoyar su hipótesis. Parecían tener pruebas de que un aumento de la iluminación mejoraba los niveles de productividad.
Sin embargo, como suele ocurrir, las cosas resultaron ser un poco más complejas. Experimentos posteriores en el mismo lugar sobre los efectos de cambios como el mantenimiento de un aire limpio, la eliminación de obstáculos en el suelo e incluso la reubicación de las estaciones de trabajo también produjeron aumentos en la productividad. También se descubrió que la productividad disminuía en cierto grado al final de los experimentos, por lo que se postuló una segunda interpretación; los trabajadores no solo respondían a mejores condiciones sino también al experimento en sí. Les gustaba la atención que se les prestaba y su bienestar, así como la novedad de las nuevas condiciones. Había nacido el efecto Hawthorne.
La idea ha sido criticada a lo largo de los años y sigue siendo aún hoy objeto de debate. Para algunos de sus críticos, los experimentos son poco más que una serie de anécdotas que apoyan una idea que ha cobrado vida propia, sin vínculo alguno con los datos. Pero incluso eso puede ser una prueba de su veracidad. Sabemos instintivamente que nos comportamos de manera diferente cuando estamos siendo observados. Es quizás por eso que una de las pocas ideas de la teoría cuántica que ha llegado al gran público es el Principio de Incertidumbre de Heisenberg. Una interpretación común pero ligeramente errónea del Principio es que «el acto de observación cambia la naturaleza del objeto observado».
Un desafío para el «Taylorismo»
Sea cual sea la interpretación que se haga de los experimentos, tampoco hay duda de que dieron un primer golpe importante contra la ortodoxia de la gestión científica popularizada por Frederick Winslow Taylor. Su libro de 1911, Los Principios de la Gestión Científica, estableció la idea de que el trabajo debe analizarse para establecer la forma más eficiente de hacerlo y elegir a la persona más adecuada; los gerentes están ahí para asegurarse de que todo va según lo previsto. Consideraba que el trabajo de oficina era análogo al trabajo de fábrica. El trabajo intelectual apenas se consideraba.
Detrás de las ideas de Taylor estaba el deseo de eliminar la falta de esfuerzo en un trabajo, algo que él llamaba el «espíritu de la soldadesca». Estaba enfermizamente obsesionado con la eficiencia y, dado que creía que un grupo de personas no dirigidas tendería a desarrollar malos hábitos, guiadas por lo que denominaba «pereza natural», a menudo desalentaba a los trabajadores a operar en equipos de más de cuatro personas. También tenía ideas fijas sobre lo que quería decir con las personas adecuadas para los trabajos. «Uno de los primeros requisitos para un hombre que es apto para manejar hierro fundido», escribió, «es que sea tan estúpido y pasivo que se parezca más a un buey que a cualquier otra cosa».
Incluso para la época, este lenguaje no fue bien recibido. No solo acabó a malas con otros gerentes, sino que los trabajadores de su acería destruyeron su maquinaria en un intento de mostrar su disgusto por los nuevos métodos. Se necesitaron tres años de persistencia y multas para doblegarlos a su voluntad.
Esto debería haber sido una clara señal de que la gente no está preparada para actuar de forma tan mecánica. Los experimentos de Hawthorne demostraron que el entorno físico tiene un efecto en la productividad, que a la gente le gusta comprometerse con su trabajo y saber que sus empleadores les prestan atención a ellos y a su bienestar. La mejora de la iluminación en el experimento aumentó la productividad en el sentido más fundamental, pero se estaba produciendo un proceso más complejo que un efecto de causa y efecto básico. La iluminación en sí misma no era suficiente para explicar los aumentos de productividad sin tener en cuenta también la gestión del proceso y el enfoque en la persona.
Esta misma relación compleja entre el diseño y la gestión caracteriza el debate actual sobre la productividad en el espacio de trabajo. Parece obvio que la creación de una cultura de trabajo ilustrada, junto con el diseño físico y la gestión adecuados, tienen un impacto en la seguridad, la productividad y el bienestar de las personas. Los mejores resultados dependen de la comprensión de la compleja interacción de los factores físicos y psicológicos que ayudan a las personas a ser más productivas y saludables en el espacio de trabajo.